Microplásticos en la cadena alimentaria: Una amenaza silenciosa para la salud pública
Por: Jürgen Mahlknecht, Líder del Centro de Investigación sobre Clima y Sostenibilidad; y Cristina Chuck, Líder del Centro de Investigación en Salud y Seguridad Alimentaria Escuela de Ingeniería y Ciencias, Tecnológico de Monterrey, México
El plástico ha transformado la vida moderna, pero sus residuos están transformando nuestra salud. Desde el agua embotellada hasta los mariscos e incluso la sal de mesa, los microplásticos se han infiltrado en la cadena alimentaria global. Se estima que los humanos podrían ingerir entre 11,000 y 193,000 partículas al año a través de las bebidas, siendo el consumo de agua embotellada un factor de riesgo que aumenta considerablemente la exposición.
Estas diminutas partículas, de menos de 5 mm de tamaño, son el resultado de la degradación del plástico mediante procesos físicos, químicos y biológicos. Hoy en día, los microplásticos no son solo una preocupación ambiental: representan un desafío emergente para la salud pública que requiere acciones urgentes y políticas globales coordinadas.
Contaminantes en los Alimentos: Infiltración en la Cadena Trófica
Diversos estudios internacionales han confirmado la presencia de microplásticos en prácticamente todas las fuentes de agua y alimentos analizadas:
- Cadenas tróficas marinas: Los microplásticos afectan principalmente a los animales filtradores y a los peces pequeños, que posteriormente son ingeridos por depredadores más grandes. Esta acumulación permite que los microplásticos se transfieran a lo largo de la cadena trófica y, finalmente, lleguen a los humanos.
- Riesgo de consumo directo: La evidencia más sólida proviene del entorno marino: múltiples estudios han revelado la presencia del disruptor endocrino bisfenol A (BPA) y del plastificante DEHP (un ftalato) en un alto porcentaje de muestras de mariscos, con variaciones según la especie y la región. Estos hallazgos implican una exposición directa y relevante para el consumidor.
- Otras fuentes alimentarias: Además de los mariscos, se han detectado microplásticos en la sal de mesa, la miel y la cerveza, lo que confirma la omnipresencia de estas partículas en la dieta diaria.
Aunque el agua es una vía principal de exposición, especialmente el agua embotellada (que puede contener desde menos de una partícula hasta más de 6000 por litro), otros alimentos contribuyen significativamente a la ingestión total. La ingestión es la vía de exposición predominante, seguida de la inhalación y, en menor medida, el contacto dérmico.
Vectores de toxicidad y mecanismos de daño celular
Los microplásticos representan un doble riesgo: físico y químico.
- Daño físico y estrés celular (riesgo directo): Debido a su tamaño y forma, pueden interactuar directamente con las células y los tejidos, causando estrés oxidativo, inflamación y daño celular. La evidencia es especialmente sólida en el caso de los nanoplásticos, que han demostrado atravesar barreras biológicas. Para los microplásticos de mayor tamaño, la evidencia es emergente, pero aún limitada.
- Estrés oxidativo e inflamación: La exposición a microplásticos, incluidas las nanopartículas, induce estrés oxidativo y procesos inflamatorios crónicos, que se asocian con trastornos neurológicos, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.
- Daño celular y mitocondrial: Experimentos in vitro con líneas celulares intestinales (Caco-2) y líneas celulares dérmicas (HaCaT) han mostrado una reducción de la viabilidad celular, daño mitocondrial y un aumento de las citocinas proinflamatorias. El daño mitocondrial es particularmente crítico, dado el papel esencial de las mitocondrias en la generación de energía celular.
- Alteración de barreras y translocación: Los nanoplásticos (<1 μm) pueden atravesar barreras biológicas y llegar al hígado, los riñones y el sistema linfático, lo que provoca efectos hepatotóxicos y sistémicos. Estos hallazgos subrayan la importancia de evaluar de forma diferencial los microplásticos y los nanoplásticos.
- Efecto vector (riesgo químico): Los microplásticos también actúan como vectores de aditivos tóxicos, como el BPA, los ftalatos y otros componentes, transfiriendo sustancias persistentes, bioacumulables y tóxicas a la red alimentaria.
- Alteración endocrina: El BPA, los ftalatos y otros componentes pueden imitar o bloquear las hormonas naturales, afectando los sistemas cardiovascular, renal, gastrointestinal, neurológico y reproductivo.
- Riesgos de carcinogenicidad: Algunos compuestos plásticos, como el estireno y ciertos ftalatos, están clasificados como probables carcinógenos o se relacionan con la genotoxicidad tras una exposición prolongada.
Estos descubrimientos sugieren la imperiosa necesidad de aplicar el principio de precaución: es crucial reducir la exposición a los microplásticos y sus aditivos de inmediato, sin necesidad de esperar a obtener evidencia epidemiológica concluyente.
La paradoja del agua y los desafíos metodológicos
Paradójicamente, la infraestructura diseñada para protegernos, como las plantas de tratamiento de aguas residuales, puede convertirse en puntos de redistribución de microplásticos. Si bien capturan algunas partículas, vierten cantidades significativas en ríos y costas, mientras que los lodos residuales, utilizados como fertilizantes, reintroducen microplásticos en el entorno agrícola.
El área metropolitana de Monterrey, México, ejemplifica esta paradoja: la alta dependencia del agua embotellada, la escasez de agua y la creciente acumulación de residuos plásticos elevan el riesgo de exposición.
Para afrontar este desafío global, la comunidad científica y las autoridades sanitarias deben cerrar tres brechas críticas:
- Estandarizar los métodos de muestreo, tratamiento, captura e identificación mediante métodos como FT-IR o Raman, además del análisis asistido por IA.
- Fortalecer la vigilancia sanitaria, integrando los datos de exposición en agua y alimentos, con atención a las poblaciones vulnerables.
- Implementar políticas preventivas, reduciendo los plásticos de un solo uso, mejorando la filtración en las plantas de tratamiento y reforzando la responsabilidad extendida del productor. El futuro de la salud pública depende de la rapidez con la que actuemos con la evidencia disponible. El costo de la inacción no es teórico: se acumula, partícula a partícula.
Cifras clave sobre el problema de los microplásticos:
- < 5 mm: Definición de microplásticos; las nanopartículas (< 1 µm) representan un riesgo emergente.
- Más de 6000 partículas/L: Niveles máximos detectados en agua embotellada a nivel mundial.
- 42 partículas/L: Promedio encontrado en agua del grifo y dispensadores en la Ciudad de México.
- 193 000 partículas/año: Ingesta máxima estimada por un adulto a través del consumo de agua.
- 70-80 %: Proporción de muestras de mariscos que contienen BPA y ftalatos.
- 50 veces: Algunos estudios indican que el agua embotellada puede contener hasta 50 veces más microplásticos que el agua del grifo.
- 100–300 partículas/kg: Niveles promedio encontrados en la sal de mesa comercial.
- 2400–9400 partículas/kg: Abundancia reportada en ciertas algas comestibles.
(Las cifras pueden variar considerablemente según los métodos analíticos y los tamaños mínimos detectables).

