Cómo pueden contribuir las empresas a hacer frente a las frustraciones de sus talentos en la era de la digitalización
Por: Marcela Rodríguez, Chief People Experience Officer de Nearsure.
En un entorno laboral que se encuentra en cambio constante, las empresas se esfuerzan en velar por el bienestar de sus colaboradores. No obstante, en México el 44% de las personas se encuentran insatisfechas con su trabajo, de acuerdo con el Indicador del Empleo con Computrabajo. Esto nos invita a pensar qué es lo que está incomodando a los trabajadores hoy en día. Es altamente probable que las tecnologías, la automatización y los modelos híbridos estén transformando el modo en que trabajamos, lideramos equipos y la forma en la que cuidamos a las personas.
Una de las aristas que se tienen que tener en cuenta para amainar estas manifestaciones de incomodidad es medir la satisfacción para intentar entender el panorama en el que se encuentran los empleados. A partir del análisis de estos datos, es clave proponer iniciativas, como beneficios o actividades, que puedan aliviar la incomodidad o el descontento en el que se encuentra un colaborador.
En medio de contextos virtuales, uno de los principales desafíos que enfrentamos es la difusa línea entre lo personal y lo profesional. La flexibilidad, que representa una ventaja para muchas personas, puede volverse un arma de doble filo cuando no hay límites claros: jornadas extendidas, trabajo en días de descanso, sensación de no llegar nunca a “desconectar”. A esto se suma un riesgo menos visible pero igual de importante: el aislamiento. De acuerdo con una encuesta realizada por la plataforma Bumeran, el 53% de los trabajadores encuestados en países de América Latina afirmó haber sentido falta de energía o cansancio extremo.
Cuando los vínculos laborales se reducen a pantallas, se pueden llegar a perder capas sutiles de las relaciones: las pausas compartidas, las charlas de pasillo, los gestos que no se ven en una videollamada. Y muchas veces, son justamente esas pequeñas interacciones las que permiten detectar señales tempranas de malestar. Para un profesional de Recursos Humanos, por ejemplo, una conversación casual puede ser un llamado de atención que active un acompañamiento a tiempo.
Por eso, las empresas tienen que innovar para velar por la salud de sus trabajadores. Lo que funcionaba antes, hoy ya no alcanza. No sólo porque cambió la modalidad de trabajo, sino porque las nuevas generaciones tienen otros modos de vincularse, de comunicar necesidades y de construir sentido de pertenencia.
En Nearsure, empresa tecnológica que nació en un entorno 100% híbrido y que hoy cuenta con 600 trabajadores distribuidos en Latinoamérica, desarrollamos una política activa de bienestar que se adapta a estos tiempos centrada en la experiencia. Ofrecemos acceso a plataformas de terapia psicológica; licencias según la ley laboral del país de residencia; accesos a clases de inglés; bonos flexibles que pueden destinarse a seguros de salud; espacios de coworking; horarios flexibles coordinados con los líderes del equipo; y un sistema de aprendizaje y otro de sponsors internos en el que cada colaborador tiene tres referentes a los que puede acudir según distintas necesidades: bienestar y onboarding, referentes técnicos y referentes de proyecto. Este tipo de estrategias promueven un cuidado integral de los trabajadores y esto se ve reflejado directamente en lo que éstos opinan de la compañía: en 2024, la empresa registró un aumento de 49 a 58 en el eNPS global (Employee Net Promoter Score) y un eSAT (Employee Satisfaction) del 76%. Todos estos datos son un driver clave para seguir evolucionando como una engagement-driven company, ya que analizamos y elaboramos nuevas acciones que respondan a las necesidades de nuestros colaboradores.
Ahora bien, estas iniciativas no deberían depender solo de la voluntad de las empresas. Es fundamental que los Estados se involucren activamente en garantizar el bienestar de las personas que trabajan en nuevas modalidades. En algunos países de América Latina, como Argentina, México y Perú, existen leyes que reconocen el derecho a la desconexión, protegiendo a quienes teletrabajan frente a la exigencia de disponibilidad constante fuera del horario laboral, en vacaciones o durante licencias.
Pero este es apenas un primer paso. La legislación aún tiene mucho camino por recorrer para abarcar otras dimensiones críticas del trabajo digitalizado: la salud mental, la desconexión emocional, la gestión de la sobrecarga informativa, entre otras. Las normativas deben actualizarse a la realidad actual y acompañar las transformaciones con políticas que prioricen el bienestar, de forma integral y sostenible.
Hoy, para cuidar a los talentos se necesita crear culturas organizacionales donde el bienestar forme parte del diseño del trabajo. Entornos donde las personas puedan desarrollarse con salud, con vínculos sanos y con tecnologías que acompañen, sin invadir. Es tiempo de entender que el bienestar también se construye en lo invisible: en la escucha, en el respeto de los tiempos propios y en la posibilidad real de apagar la cámara y descansar.